Carta abierta a todos los padecientes del Síndrome de Alienación Parental.
A todos los padecientes de S.A.P.:
Son muchas las familias afectadas, pero en cada una sólo uno de los progenitores es excluido. Aún así es un integrante del grupo familiar atravesado por el síndrome, emergente social que se manifiesta como disfuncionalidad en el seno familiar pero que es sentido como patología particular.
Sus raigambres son diversas, los cambios históricos, económicos, políticos, legales, en las costumbres, en las conformaciones familiares. Como todo cambio provoca incertidumbre y rechazo, en consecuencia aparecen prejuicios absurdos e infundados, tendenciosos, los cuales pueden ser usados por sectores en función de objetivos particulares.
El creciente número de separaciones y divorcios fueron condenados con sentencias que aseveraban que la disolución del vínculo conyugal equivalía a la disolución de la familia.
Si revisamos esto es insostenible. La unión matrimonial no es considerada familia mientras no procrea. La concepción de un hijo convierte al matrimonio en familia. Entonces el divorcio no puede quitar el carácter de familia, sino la disolución del contrato matrimonial, el fin del vínculo entre los cónyuges, pero nunca rompe el vínculo entre ellos como padres, que es indisoluble. Vínculo de por vida entre los padres y de ellos con su progenie. Consecuentemente la familia no se disuelve. Cada niño tiene una familia con padres convivientes o no. La composición familiar se mantiene, lo que no continúa es el matrimonio.
Pero el prejuicio de que el divorcio disuelve la familia es parte del pensamiento social y cumple alguna función, además provoca múltiples y dañinos efectos. Discriminación, culpabilidad, condena. La finalidad de estos podría ser desalentar el derecho adquirido por ley a divorciarse, quizás para impedir la disolución familiar que supone privar a los hijos de tener una familia. Medio infame que sólo expresa los ideales de ciertos sectores en base a ideas infundadas.
El divorcio no es bueno ni malo, se hizo necesario para dar un marco legal a hechos que acontecían cada vez con más frecuencia: la separación que ya estaba contemplada en la ley, y luego la conformación de nuevas uniones que no se podían legalizar mediante el matrimonio. Además sostener una relación inconciliable es más perjudicial para la familia que aceptar la imposibilidad de convivir con el otro. El divorcio no es ideal para los niños que anhelan estar con ambos progenitores, tener que perder el contacto diario con uno de ellos, lo que sucede incluso en los casos en los que se comparte la tenencia, es doloroso, pero en general es peor tolerar una relación entre padres que no se toleran.
Ya nadie se sorprende frente al divorcio, los niños lo aceptan como un hecho habitual, pero padecen la concepción presente en el imaginario social de que ser hijo de padres separados es equivalente a no tener familia. Esto provoca daños diversos y más profundos que el divorcio. Tergiversa la noción de familia, su valor social, desvirtúa sus funciones, provoca una pérdida de la identidad familiar, lo que lo desorienta, pierde el referente de su inserción social, los parámetros, lo confunde, quedan cuestionados sus valores, la concepción de familia es tergiversada, desvirtúa a sus padres, los culpa por haberlo despojado de su derecho a tener una familia. Estos efectos dañan su psiquismo, provocan descreencia en la familia que es desvalorizada, rechazada, resintiéndolo. La falsa creencia de que no tiene familia promueve estas consecuencias generalizables, y sobretodo no respetan y violan el derecho del niño a tener una familia, desmereciendo a sus progenitores como familia, negando que estos puedan cumplir su función la cual no es impedida por el hecho de no convivir. Inculcan ideas falsas en los menores, principalmente que la familia es destructible.
La tendenciosidad de esta falsa idea es fácilmente demostrable. Si uno de los progenitores muere o durante largo tiempo debe alejarse de su familia por razones laborales incluso por ser condenado a prisión, nadie sostiene que esas familias de diluyeron. La situación es similar, uno de los padres no está presente en la casa, pero no se condena la ausencia, en el primer caso nunca volverá a ver al fallecido, pero la viudez no implica destrucción de la familia (si del lazo matrimonial, el viudo puede volver a contraer matrimonio), en el segundo se puede criticar la elección de quien se ausenta por razones de trabajo, pero no se alega que el niño no tiene familia, en el tercero se puede culpar al progenitor ausente pero no se considera que se disolvió la familia. Sólo se condena la no convivencia causada por el divorcio. Pareciera que el divorcio provoca la creencia de atentar contra la familia, destruirla y ponerla en riego como Institución. Pensamiento ignorante y no objetivo, pues no es coherente con la definición de familia.
El divorcio, a pesar de su alta tasa, es condenado socialmente, no sólo por quienes no lo aceptan, sino también por quienes lo practican. Muchos divorciados consideran que ya no conforman una familia como padres, la ruptura del vínculo conyugal se confunde con la del vínculo parental.
El daño recae no sólo en los hijos de padres divorciados, sino que alcanza a todos los chicos, pues la tergiversación del concepto de familia también es confusa para los hijos de padres no divorciados. Así la desvalorización de la familia es general, sus funciones van perdiendo operatividad, su lugar en la sociedad es desvirtuado.
Este prejuicio desinformante desubica a los progenitores, quienes se cuestionan si merecen y tienen derecho a ejercer sus funciones, si son moralmente aptos para reclamar sus derechos. Consecuentemente no ejercen su potestad y desprotegen a su progenie quienes quedan privados de sus derechos. Su autoridad se desmerece en parte por asumir los prejuicios, sus hijos influidos por estos y frente a la falta del progenitor no conviviente, quien no ejerce “cabalmente” sus obligaciones, no respetan a aquel y sienten que su familia se rompió. El progenitor conviviente, que tiene mayor influencia y se cree con más derecho a decidir como criar a su hijo, muchas veces apoyado por un coro de allegados en el que apoya su poder, desacredita al otro padre, le quita participación, lo que es fácil de lograr pues quien no convive no tiene posibilidad de intervenir en cuestiones cotidianas que hacen a la formación del niño, va perdiendo contacto con el menor, influencia, su opinión no es considerada y muchas veces ni siquiera pedida por el niño, quien no lo ve como un referente cotidiano ni le atribuye autoridad. Esta actitud es fomentada por quien tiene la tenencia y se comparte explícita o implícitamente entre este y su hijo.
Si bien la convivencia propicia mayor relación e intervención en la crianza del menor, lo que es difícil de equiparar y no es adjudicable a nadie, el aprovechamiento de esto para perjudicar a quien no posee la tenencia para progresivamente destituirlo de sus derechos, lo que implica violar también los derechos del menor, a lo que se puede sumar la aceptación del padre alejado por desinterés, por sumisión, por desvalimiento o por fallas de la justicia, deja al niño a merced de quien posee la tenencia.
La proliferación, transmisión y aceptación como normal, correcto, la naturalización de este modelo vincular, orada la concepción de familia, desinviste de derechos al padre alejado y al menor, promueve el abuso de poder del padre conviviente, desmerece la valiosa función familiar, la transmisión de valores y provoca descreencia en la familia como Institución.
Estas cuestiones son aplicables a cualquier familia cuyos padres no conviven, pues la instalación de este terrible atropello se profundizó y llegó al punto de producir casos extremos donde el progenitor no conviviente es rechazado, alejado, destituido de su potestad no en lo legal sino en su ejercicio. Avasallamiento que es cometido por quienes conviven con los niños y en muchos casos con su consentimiento, pues han sido alienados.
Todos somos responsables en mayor o menor medida: la sociedad por condenar el derecho al divorcio, la tendenciosa tergiversación del concepto de familia, el padre que abusa de su poder, el padre que acepta por los motivos que fuere ser despojado de sus derechos e incumple con sus obligaciones, la falta de legislación, la falta de protección de los derechos de cada miembro de la familia en lo judicial.
La sociedad no es conciente de que sus prejuicios recaen sobre sí y que se autoinflinge un daño irreparable. Todos los miembros de ella generan este mal endémico y creciente que terminará destruyendo a la familia, cumpliéndose así la profecía. La presunción de que el divorcio destruirá a la familia, la derrocará por derrivar su valor y función.
La incomprensión de que la familia es más que un matrimonio con progenie, es un grupo cuyos lazos y vínculos cuyos derechos y obligaciones cumplen una función irreemplazable y que al ser condenada la ruptura del vínculo conyugal, lo que no impide que cumpla con sus tareas fundamentales y fundantes, es lo que acabará con ella.
Remitámonos a los destinatarios: A todos los padecientes de S.A.P.= A toda la sociedad.
Licenciada Sandra Victoria Abudi.